miércoles, julio 27, 2005

Las democracias y las guerras de IVª generación (iii)

El fin de la guerra fría supuso un alivio para Europa en muchos aspectos. El primero en el político por que la Europa del este se integraba de nuevo en la dinámica democrática y liberal. En lo económico por que significaba para los europeos nuevos mercados oferentes y demandantes de productos y de servicios, y a la vez permitía a los gobiernos rebajar sus gastos de defensa. En el apartado social por que a la larga desaparecía la presión de refugiados políticos-económicos, tal como se produce en la Florida con los refugiados cubanos, y por último en lo psicológico por que suponía un alivio de que Europa se convirtiera en un campo de batalla entre los dos bloques. Todo eso supuso una gran victoria y dio una falsa sensación de seguridad a los políticos europeos. Parecía que el mito de la “Paz Perpetua” era totalmente alcanzable. Pero a la vez eliminó de un plumazo la necesidad de que fuertes contingentes americanos permaneciesen en Europa. La política y la economía parecía que ganaba a la fuerza. Se forjó la noción de que Europa podía convertirse en una alternativa a los obtusos militaristas americanos.

Luego llegaron los acuerdos de Oslo, con lo que parecía firmarse la paz entre los Palestinos e Israelíes, y el régimen del apartheid en Sudáfrica terminó. Después vinieron los sustos, y la dura realidad. Las guerras de la antigua Yugoslavia, la invasión de Kuwait, y el resurgimiento del integrismo, con la guerra civil argelina y la confrontación en Chechenia, etc. Y mientras tanto se reproducía la disolución de parte de los estados centro africanos en guerras entre tribus. Nada parecía tener solución. Las grandes potencias tenían que volver a la realidad. EEUU interviniendo en Kuwait, Somalia, Yemen, Bosnia-Herzegovina, y Kosovo, Rusia en Chechenia, Francia apoyando al régimen militar de Argelia frente a los integristas del GIA, e interviniendo en sus antiguas colonias africanas. Es decir, la vieja política de poder, del palo y de la zanahoria, que existía desde el fin de la segunda guerra mundial, y casi se puede decir que desde el principio de la historia de la humanidad.

Mientras tanto Europa, volvía a un estatalismo inconcreto, con una serie de acuerdos que realmente no acercaban al ciudadano las instituciones europeas. La política, las regulaciones, la burocracia, y el dinero de los impuestos parecía que iba a arreglarlo todo. Sin embargo, los problemas reales que sufre Europa siguen permaneciendo marcando claramente una agenda política que no parece que se encuentre entre los grandes partidos europeos. Entre ellos el fuerte envejecimiento de la población. El retraso tecnológico y educativo frente a nuestros competidores económicos. La incapacidad para tener un crecimiento económico sostenido, el déficit crónico de los estados, la crisis de los sistemas de protección social, (con un alarmante déficit de los sistemas sanitarios y de pensiones), las dudas de gran parte de la población europea sobre el alcance y la profundidad de la Unión Europea, la crisis política de los viejos estados nacionales europeos con el resurgimiento por toda Europa de un regionalismo chauvinista, (Córcega y Bretaña en Francia, País Vasco, Cataluña y Galicia, en España, Escocia en Gran Bretaña, Flandes en Bélgica, Padania en Italia, etc.), un pacifismo irracional, indudablemente surgido en gran parte por las terribles y sangrientas experiencias históricas pero que impiden mantener una presión a la vez política y militar sobre los países “gamberros”, y da escasa credibilidad de la política europea en su conjunto, (con el terrible y patético ejemplo de la inacción europea de las guerras en la Ex Yugoslavia), el abandono por parte de los europeos de los valores judeo cristianos, (si, Emilio lo has leído muy bien, el abandono de los valores JUDEO CRISTIANOS), y por último una presión migratoria terrible, y una política de integración de esa inmigración basada en muchas ocasiones solo en las “buenas intenciones”, en propaganda, y en el gasto, con la cruz de la inseguridad ciudadana y la ilegalidad en el mercado de trabajo. Esos, y algunos más, son los problemas que sufren los ciudadanos, y que pueden abocar todos juntos a Europa a una decadencia fatal.

Frente a todos estos problemas Europa, y sus políticos parece que solo saben vender a sus ciudadanos, en el interior el encastillamiento de los sistemas de protección social que muestran evidentes señales de crisis, y el antiamericanismo y el antisemitismo en el exterior. Son todas estas políticas equivocadas las que han provocado la imprevisión fatal de la que se quejan los comentaristas de izquierdas.